El legado espiritual del Antiguo Egipto para la humanidad

Una de las hipótesis de una civilización tan adelantada como la egipcia es que sus primeros miembros ya dispusieran de unos conocimientos en ciencia, tecnología, filosofía y religión heredados de una anterior civilización más avanzada, la Atlántida. Se dice que hace unos 10.000 años ocurrió un cataclismo que destruyó el continente Atlante y que por eso actualmente no queda vestigio sobre él, llegando a nuestros días en forma de leyenda. Algunos expertos relatan el inicio de la civilización egipcia como la emigración de los sacerdotes de Atlantis y sus familias, los cuales a partir de sus altos conocimientos sobre los ciclos cósmicos y la influencia de las constelaciones, advirtieron un gran cambio en la Tierra que venía marcado en las estrellas. Estos sacerdotes pusieron en aviso a la población pero no fueron escuchados, así que decidieron emigrar hacia el Este llevándose a sus familias y algunos animales domésticos hacia tierras más seguras. Poco después las aguas engulleron para siempre el continente Atlante llevándose consigo una gran civilización hacia el fondo del océano

Fotos 1 y 2: Poseidonis, la capital de la Atlántida

Estos sacerdotes y primeros colonizadores de Egipto conocían la influencia de las fuerzas energéticas de la Tierra para conseguir estados alterados de conciencia y así tener experiencias místicas y mejores percepciones, así que uno de los requisitos que buscaban para su nueva morada era que en ese lugar se situara uno de los nodos de fuerzas electromagnéticas de la Tierra . Cuando empezó el gran diluvio abandonaron la Atlántida y emprendieron su viaje por mar en busca de un nuevo emplazamiento donde establecer una nueva civilización. Después de la gran tempestad localizaron unas tierras que habían surgido de las aguas y que cumplían con las características que ellos buscaban: un lugar con altas fuerzas telúricas, tierras fértiles bañadas por un inmenso río y protegidas por un basto desierto; una vez asentados en ellas las denominaron Egipto. Así mismo los sacerdotes de Atlantis se establecieron también en la nueva región organizándose en lo que se conoce como la “Escuela de Misterios del Ojo de Horus”. Estos sacerdotes tenían como objetivo elevar la conciencia de su pueblo mediante la dedicación al perfeccionamiento espiritual. Para ello depositaron todo el conocimiento, el poder, la riqueza material y espiritual en los diferentes templos que se fueron edificando a lo largo del Nilo. Estructuraron la sociedad según dos conceptos fundamentales: la reencarnación como método de progreso espiritual del hombre a lo largo de muchas vidas y la Iluminación como paso final en todo este proceso. Según su creencia, el hombre vive un proceso evolutivo donde se transforma de ser primitivo a maestro ascendido, siguiendo un plan divino para que el ser humano comprenda en sus sucesivas vidas el sentido de su existencia y el funcionamiento del Universo.
Cada templo tenía una función específica dentro del proceso evolutivo del alma, se especializaba en una parte de la revelación, y para ello hacía uso de historias fantásticas y mitológicas que quedaban relatadas en sus muros. Esas parábolas utilizaban personajes simbólicos que explicaban la vida como parte de un proceso de perfeccionamiento. Cada personaje representa una fuerza que moldea el carácter, que impulsa a actuar de una manera determinada dando lugar a una enseñanza. Los sacerdotes de El Ojo de Horus estudiaban a los animales y sus comportamientos para posteriormente
representar una acción vital mediante un símbolo gráfico muy simple que combinara un animal concreto con el hombre. Así conseguían que la mente transfiriera y evocara sus características. 

Se dice también que los antiguos egipcios consideraban el Nilo como una metáfora de la energía Kundalini que fluye por el cuerpo humano; a la altura de cada chakra o centro energético situaban uno de sus templos. Así en las orillas del río se distribuyen diversos templos con el fin de realizar las iniciaciones de esta organización hermética de sacerdotes de “El Ojo de Horus”. Algunos de los templos que se encargaban de transmitir el conocimiento espiritual eran: El templo de Osiris, en Abydos, que revelaba la reencarnación; el templo de Kom-ombo, la dualidad; el templo de Luxor, el cuerpo del hombre; el templo de Hathor en Derdech, la gestación; el templo de Isis en Philae, el principio femenino; el templo de Horus en Edfu, la Iluminación y por último el templo Karnak, la evolución de la conciencia. 



Templo de Isis en Philae 

Su concepto de Dios 

Los egipcios adoraban a un único Dios y lo entendían de tres maneras distintas según su manifestación en el Génesis. Los sacerdotes utilizaron tres nombres distintos: 
Atum-Ra, el Dios absoluto: en la primera fase de la creación, antes de manifestarse el universo, sólo existía una energía suprema. Su representación era un disco dorado, un sol simbólico fuente de luz. Es el espíritu divino inmutable y omnipresente. Ésta fue la representación de Dios que tanto adoró Akenaton, el faraón revolucionario de Egipto. 

Ptha-Ra, el Dios creador: en esta segunda fase, Dios
manifiesta su voluntad de crear el universo y la materia. Se le representa como a un hombre envuelto en vendajes que sostiene una vara compuesta de tres símbolos: el “Ankh” o llave de la vida, símbolo de la energía vital, de las pulsaciones del sistema bascular; el “Was” que representaba la arteria principal, símbolo del canal por donde circula la energía. Se parece también a una vara para controlar serpientes, lo cual se asemejaría al control de la corriente vital, la serpiente energética, el Kundalini que sube por la columna vertebral. Por último el Djed, que se parece a la columna vertebral y que representa el eje de crecimiento y desarrollo de todo ser vivo. Por lo tanto la combinación de estos tres símbolos en la vara de Ptha-Ra simboliza la energía que genera la vida, el inicio del universo, el cosmos, los planetas y la naturaleza. Sería el equivalente a lo que los científicos denominan el Big Bang.

Amon-Ra: creación del hombre a imagen y semejanza. En esta tercera fase se le representa como a un hombre con una corona grande con dos ramas, como símbolo de la conciencia que toma forma en un mundo dual. Cada rama tiene siete hojas, siete niveles por los que pasa la conciencia desde el momento que se encarna por primera vez en un cuerpo humano hasta que alcanza la iluminación, liberándose de las limitaciones materiales. 
Cuando desapareció la clase sacerdotal, con ella se perdió el sentido de estos símbolos. Esto hizo que se creyera que practicaban la idolatría en un sistema religioso politeísta, es decir con muchos dioses. Sin embargo el antiguo Egipto sólo creyó en un único Dios. 




Su concepto de la reencarnación 

Osiris, el señor de la reencarnación, representa la fuerza que impulsa el proceso evolutivo del ser humano a través de muchas vidas, transmutándolo en un ser perfecto e inmortal. En el templo de Osiris, los sacerdotes revelaron que la reencarnación es un proceso evolutivo para alcanzar la iluminación mediante la experiencia en sucesivas vidas. El proceso de perfeccionamiento se lleva a cabo mediante la Escuela Universal de los Contrastes, una realidad de opuestos, polarizada y dual, de luz y oscuridad, de materia y espíritu, de sufrimiento y felicidad. Las situaciones opuestas permiten comparar y comprender cuál es la verdad, y eso conduce al desarrollo espiritual, a la paz y la armonía. Cuando el alma reencarna, experimenta lo que ha venido a aprender en esa vida y toma decisiones según su libre albedrío, lo que le permite analizar los resultados de sus acciones y sacar conclusiones. Para explicar todo este proceso, los egipcios crearon el mito de Osiris. 

Dos fuerzas opuestas que se manifiestan en la mente y en el Universo polarizado para permitir la evolución. La mente del hombre, influida por la tensión entre estas dos fuerzas, decide comportamientos y acciones donde obtiene una enseñanza. Este mito tiene 4 personajes, cuatro hermanos que al emparejarse formaron estas dos fuerzas opuestas: la luz y la oscuridad. Osiris e Isis son la luz que impulsa al hombre hacia el camino espiritual y la evolución de la conciencia, son el motor de las reencarnaciones. Sin embargo Seth y Nephtys simbolizan la oscuridad y dirigen al hombre hacia lo material, hacia los placeres sensoriales. Osiris es la fuerza masculina y su aspecto es el de un hombre envuelto en vendajes como representación del espíritu que se introduce en un cuerpo. Su corona blanca con dos plumas simboliza su conciencia rodeada de las dos fuerzas polares del Universo, la dualidad contradictoria que le permite comparar qué es verdad. En su mano izquierda lleva el gancho del pastor, la fuerza que guía al rebaño humano en el camino de las transformaciones y de los ciclos. En la mano derecha lleva un instrumento para separar las espigas buenas de las malas, las buenas decisiones de las malas. La otra fuerza masculina opuesta es Seth, el cual representa los instintos primarios que retrasa la espiritualidad. Es la voluntad dirigida a la obtención egoísta de placer, aún a costa de producir caos y sufrimiento a los demás. El enfrentamiento de estas dos fuerzas activas masculinas están complementadas por la parte pasiva y femenina de sus parejas naturales: Isis gesta el mundo interior de las emociones, las intuiciones, recibe la inspiración y produce las ideas, la búsqueda y la adoración de Dios. En cambio Nephtys recibe las sensaciones y los deseos generados por el cuerpo, percibe lo elemental y básico del mundo exterior a través de los sentidos. 

El Mito de Osiris 

Osiris e Isis gobernaban Egipto, habían establecido unas leyes y enseñaban el respeto y la búsqueda de Dios. Un día Osiris sale a buscar en otras dimensiones otras verdades y conocimientos dejando el reino, un símbolo de la mente, en manos de Isis su esposa. Seth, su otro hermano, la oscura fuerza animal quiere apoderarse de la mente del hombre y de Isis, de quien se ha enamorado pasionalmente. Cuando Osiris regresa, Seth en conspiración con otros 72 nobles lo invita a un banquete al que lleva un precioso sarcófago. Declara que lo regalará a quien le ajuste cómodamente. Se lo probaron varios y cuando fue el turno de Osiris, los conspiradores le dejaron encerrado, sellaron la tapa del sarcófago para posteriormente lanzarlo al Nilo. Seth, que representa los instintos primitivos, se adueña de la mente del hombre llevándola por el camino de las sensaciones, mientras que los conspiradores son las reencarnaciones que la conciencia atrapada en el sarcófago del cuerpo, debe vivir durante un ciclo cósmico de 26.000 años.
Después de muchas aventuras, Isis recupera el sarcófago y lo trae de vuelta a Egipto, pero es descubierto por Seth, quien corta el cuerpo de Osiris en 14 pedazos y los lanza por todo el país. Isis se recorre Egipto y encuentra 13 de sus partes excepto el falo de Osiris, que según la leyenda se lo comieron los peces del río. Esto es símbolo del abandono de la sexualidad y de los instintos primitivos originales. Isis, ayudada por Toth recompone el cuerpo de Osiris y tiene una comunión espiritual con su marido. Es impregnada por su esencia quedando embarazada de Horus, la representación de la iluminación y del abandono de la rueda de la reencarnación. Esta historia muestra la evolución, el proceso del espíritu del hombre desde la primera vez que se encarna en un cuerpo hasta que después de muchas vidas, a través de las emociones superiores, la inspiración y la intuición, logra la iluminación y la sabiduría para siempre. 

El Juicio de los muertos 

Esta historia es parte del mito de Osiris. Sucede cuando el espíritu del muerto llega al Duat, una dimensión más allá de la física para encontrarse con las fuerzas que impulsaron su mente en el universo de contradicciones, que es la vida sobre la Tierra. En el Duat, repasa la vida, evalúa sus actuaciones y eleva a su conciencia permanente lo que comprendió sobre el universo antes de reencarnar para proseguir con su perfeccionamiento. A continuación se explicará cada personaje que interviene en esta representación del Juicio de los Muertos pintada por los antiguos egipcios. 

Juicio de los muertos 

Anubis, un hombre con cabeza de Chacal, guía al espíritu del fallecido en ese mundo inmaterial. Anubis coloca el corazón, el símbolo de lo que sintió, pensó, decidió e hizo el muerto en la balanza doble de Maat, la diosa de la verdad y la justicia. Es contrapesado con la pluma de la verdad para determinar si aprendió la lección que le tocaba. Se pesa en la balanza cada decisión tomada, cada acción realizada y se evalúa la lección asumida por el muerto. Ammut, una criatura extraña formada por varios animales observa, es la manifestación de las diferentes formas que ha adoptado el espíritu, sus distintos momentos primitivos. Esa fuerza animal que impulsa al alma hacia la materia, el deseo y la sensación en el cuerpo. Es la fuerza de Seth, el lado oscuro de todo ser humano, lo que retrasa su progreso espiritual. 

Anubis pesando el corazón del alma en la balanza de Maat

Toth, un hombre con cabeza de Ibis y símbolo del único dios, escribe el libro del destino, los registros akáshicos, las transformaciones del espíritu en su proceso evolutivo, el nombre y lugar donde nació en esa vida, la forma que adoptó, las circunstancias que experimentó y los resultados obtenidos. El espíritu eleva las comprensiones verificadas por su personalidad temporal a su parte eterna y recibe de Toth un nuevo destino, una nueva lección, una nueva vida que vivir. 
Después el espíritu es guiado por Horus, la luz de su propia conciencia, la que lo espera en el momento de su liberación definitiva cuando termine su rueda de reencarnaciones porque ya lo ha aprendido todo. Horus le indica al alma que entre al santuario de su nuevo cuerpo, donde se encuentran las otras fuerzas que impulsan su conciencia. Allí presidiendo se encuentra Osiris, la fuerza que impulsa el proceso hacia la espiritualidad y el abandono de las pasiones. Lo acompañan Isis y Nephtys, sus conexiones con las sensaciones y las emociones del cuerpo que ocupa el alma en esta nueva vida a la que acaba de nacer. 

Osiris, Nephtys e Isis en el templo del alma

Su concepto de la Iluminación. 

Mediante el mito de Osiris los Egipcios también se refieren a la Iluminación, el momento de la resurrección y de la inmortalidad, el fin de las limitaciones materiales, el momento de ver todas las vidas que se vivieron, manteniendo para siempre la conciencia adquirida. La revelación afirma que el espíritu del ser humano, después de muchas vidas, llega a un nivel de sabiduría en que comprende la razón de su existencia y las fuerzas fundamentales del Universo. De esta forma se libera de la rueda de la reencarnación y de las limitaciones de la materia. Ese momento ocurre cuando respeta a los demás, acepta todo lo que sucede y vive en paz y armonía.
Cuando almacena altos niveles de energía vital y decide con toda su voluntad dedicarse a encontrar a Dios en una sola vida. Si al obtener ese nivel decide esforzarse para alcanzar la perfección, abre la puerta al camino de Horus, a la transformación que le permite abandonar el ciclo de reencarnaciones sucesivas. Horus representa el triunfo de la luz sobre la oscuridad, el dominio de los instintos primitivos, el fin de las limitaciones materiales, el paso de la ignorancia a la sabiduría, la puerta dimensional que lleva más allá de las jerarquías del Universo. Horus, el hijo de Osiris e Isis, es simbolizado con un halcón dorado que todo lo ve y vuela libre como un espíritu por encima de las circunstancias materiales. Todos los hombres y mujeres reencarnamos por la fuerza de Osiris y llevamos dentro la semilla de Horus, el paso a la inmortalidad y la conciencia permanente. Sólo podemos alcanzar este estado aprendiendo a ser tolerantes y pacíficos, a valorar lo que tenemos, a respetarnos y querernos a nosotros mismos, a aceptar las circunstancias y personas que nos rodean, a cuidar nuestro hermoso planeta viviendo en armonía y a agradecer la oportunidad de estar vivos para tomar conciencia que fuimos creados por amor. 


Artículo escrito por Miriam Mora y publicado en la web Todoterapias el 27/05/2009

Fuente: Este artículo ha sido elaborado a partir de la colección de DVD's de "El Ojo de Horus" de Fernando Malkún, concretamente del volumen nº 2 titulado "El Señor de la Reencarnación". 

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